Nos han enseñado que los objetivos deben ser específicos, medibles, alcanzables, relevantes y que además deben de realizarse en un tiempo determinado. Sin embargo, nadie nos enseña cómo continuar en el camino cuando los objetivos se ven frustrados o cuando éstos cambian radicalmente por circunstancias ajenas a nuestra voluntad.
Más allá de hacer un buen planteamiento de nuestros objetivos, de la claridad con la que los observemos y del grado de intención que les imprimamos, es indispensable que contemos con diversos recursos – tanto internos como externos – para hacer frente a las posibles contingencias que surjan.
Es por eso que te propongo que fomentes 3 voces que te hablen en los momentos más difíciles y que no te permitan desviarte de lo más importante: tus objetivos.
1. La Voz Confrontadora
Es fácil que en medio de un fracaso o un conflicto le demos rienda suelta a la imaginación o cómo le llamaba Santa Teresa: “la loca de la casa”. Probablemente nuestro dolor, frustración o estrés ante la situación nos lleve a pensamientos compulsivos sobre lo que hicimos mal, o bien que nos instalemos en el papel de la víctima.
En nuestra mente hay una voz que insiste en recordarnos todo lo malo de la situación, de los demás y de nosotros mismos, sí la escuchamos y le damos la autoridad puede alejarnos aún más de nuestras metas. La mejor forma de contrarrestarla es la voz que cuestiona nuestros pensamientos y creencias, aquella que nos exige evidencias por encima de los juicios, la que nos recuerda que en una misma situación siempre hay múltiples perspectivas y que no necesariamente la nuestra es la correcta, por lo menos no es la única valida o verdadera.
2. La Voz Porrista
No se trata de inscribirte al club de los optimistas, sino de contar con esa voz que te habla en segunda persona, aunque se trate de ti mismo. Aquella que te permite verte de forma objetiva y que te recuerda quién eres, cuáles son tus valores, cualidades, talentos y capacidades.
Si te parece complicado hablarte a ti mismo en segunda persona, puedes buscar la imagen de alguien importante para ti, alguien que te quiere o a quien tu admires, e imaginar que es justo esa persona quien te habla y te brinda mensajes que te motivarán para seguir adelante y adquirir mayor fuerza.
3. La Voz Consoladora
Muchas veces, a pesar de todos nuestros esfuerzos, las cosas simplemente salen mal. El fracaso, las pérdidas, el dolor y el sufrimiento son inevitables en la vida de un ser humano. Todo aquello que nos pasa y que está fuera de nuestro control puede tener un impacto altamente negativo en nuestra vida. Dependerá de lo dispuestos que estemos a sacar lo mejor de dichas situaciones.
Obviamente se dice fácil, pero la realidad es que no lo es, sólo el que sufre la situación sabe lo complicado que le está resultando superarla. Es por eso que lejos de victimizarte es necesario que tengas una voz en ti mismo para consolarte, para decirte: “está bien, fallaste o te fallaron, pero eso no te quita valor ni voluntad”. Una voz que te abrace y seque tus lágrimas, pero que te anime a moverte y a no quedarte a vivir en tu dolor.
Nosotros somos los únicos responsables de producir la historia de nuestra vida y aunque hay muchos capítulos que ya están escritos y que no dependen cien por ciento de nosotros, seguimos siendo responsables de escribir el desenlace. En nuestras manos está convertirla en una tragedia o en una historia de cambio y aprendizaje.
Tomando esta misma analogía, te sugiero que le hagas “casting” a tus voces internas, sobre todo en los momentos difíciles, para que elijas cuáles de ellas te funcionan y acercan a tus metas y cuáles de ellas te alejan y te hacen sufrir más de lo necesario.
Escrito por
Marcela Hernández
Con la colaboración de Alto Nivel.