¿Qué pasa con las bacterias cuando viajan al espacio? ¿Se vuelven más virulentas, mutan y desarrollan mayor resistencia a antibióticos? La Estación Espacial Internacional es un excelente campo de pruebas para descubrirlo.
Estamos cada vez más cerca de enviar astronautas a Marte y de consolidar los vuelos de turismo espacial. Sin embargo, aún hay muchas variables que se deberán tener en cuenta para que estos viajes sean realmente seguros. Uno de los factores, y muy importante, tiene que ver con los microorganismos. Cada ser humano es portador de miles de virus, bacterias y hongos: son nuestro microbioma, y nos acompañan allá donde vayamos: también al espacio. Pero en el espacio las condiciones cambian, y es necesario saber qué pasa con microbios, sobre todo porque hablamos de organismos con una capacidad elevadísima de sufrir mutaciones. No en vano las bacterias han colonizado prácticamente todos los ambientes de nuestro planeta, incluso los más inhóspitos. Además, hay que tener en cuenta que, aquí en la Tierra, podemos abrir las ventanas y ventilar nuestras casas, salir a dar una vuelta, airearnos… en los viajes espaciales la gente se encuentra en cápsulas herméticas en las que, obviamente, el aire no circula.
A finales de 2018 un estudio realizado con varias cepas de la bacteria Enterobacter encontradas en la Estación Espacial Internacional (ISS) advertía que, aunque estas no han resultado patógenas hasta el momento, hay un 79% de probabilidades de que potencialmente causen enfermedades. Ahora, un nuevo trabajo publicado en la revista mSystems describe un nuevo análisis realizado con bacterias de la ISS, en este caso con Staphylococcus aureus y Bacillus cereus. Los resultados revelan que, a pesar de las condiciones extremas, no parece que en la ISS las bacterias estén mutando para convertirse en ‘superbacterias’ peligrosas ni resistentes a los antibióticos.
Mutan para sobrevivir
Los investigadores, de la Universidad Northwestern, descubrieron que, si bien las cepas estudiadas contenían material genético diferente a sus equivalentes terrícolas, dichos genes no hicieron que las bacterias fueran más perjudiciales para la salud humana. Según los autores del trabajo, las bacterias simplemente estén respondiendo, y tal vez evolucionando, para sobrevivir como pueden en un ambiente muy estresante.
Para realizar su trabajo, los científicos usaron una base de datos pública proporcionada por el Centro Nacional de Información Biotecnológica de EEUU y que contiene los análisis genómicos de muchas de las bacterias aisladas en la ISS. Las especies escogidas son de ambientes distintos: S. aureus vive en la piel y una de sus cepas, la llamada SARM (Staphylococcus aureus resistente a meticilina), es difícil de tratar por su resistencia a antibióticos. B. cereus, por el contrario, habita en el suelo y su actividad tiene menos implicaciones para la salud humana.
“Las bacterias que viven en la piel son felices allí”, explica Erica Hartmann, líder del estudio. “La piel es calentita y contiene aceites y sustancias químicas orgánicas que les gustan mucho. Cuando eliminas a las bacterias de tu piel, se encuentran repentinamente viviendo en un ambiente muy distinto: la superficie de un edificio es fría y estéril, es un ambiente muy estresante”.
Para hacerse con esta nueva vida, las bacterias disponen de grandes aliados: sus genes. Parece que en las nuevas condiciones se pueden activar genes que confieren algún tipo de ventaja adaptativa o que incluso pueden mutar. El objetivo: comer, crecer y funcionar en un entorno muy hostil para ellas. “Basándonos en el análisis genómico, podemos decir que, aparentemente, las bacterias se están adaptando para sobrevivir, no para causar enfermedades”, explica Ryan Blaustein, otro de los autores. “No hemos encontrado nada que nos indique una mayor resistencia a antibióticos o una especial virulencia en las bacterias analizadas de la ISS”.
Aunque son buenas noticias, los investigadores son cautos. “Los astronautas son personas que gozan de una excelente salud. Pero si estamos hablando de generalizar los vuelos espaciales e incluir en estos a turistas que no necesariamente cumplen con los criterios de condición física de los astronautas, no sabemos qué puede suceder. ¿Qué pasa si metemos a alguien con una infección en una burbuja cerrada en el espacio? Es como cuando alguien tose en un avión y todos se ponen malos, lo más seguro es que la infección se contagie”, ha concluido Hartmann.
Referencia: Blaustein et al. 2019. Pangenomic Approach To Understanding Microbial Adaptations within a Model Built Environment, the International Space Station, Relative to Human Hosts and Soil. mSystems, 2019; 4 (1) DOI: 10.1128/mSystems.00281-18
Foto: NASA/Roscosmos