«Quien solucione el problema del agua será merecedor de dos premios Nobel: de economía y de la Paz.»
– John Fitzgeral Kennedy
Pese a su importancia vital para la vida, la salud y la higiene más básica de las personas, dedicamos un sorprendentemente proporción de tiempo a reflexionar sobre el problema del agua. Demasiadas veces el acceso a agua dulce, potable, a un precio razonable, para beber, lavarnos o cocinar, es considerado como algo obvio y evidente. Pero todavía en el planeta persisten cerca de 800 millones de personas sin acceso agua potable, y cerca de 4.000 millones viven bajo situación de estrés hídrico al menos un mes al año. De estos 4.000, casi 1.000 viven en India, y otros 900 millones en China, de nuevo en las zonas más pobres de estos dos grandes países. Pobreza y estrés hídrico suelen ser dos caras de la misma moneda.
El grueso de cuencas hídricas del planeta y fuentes de agua fresca están siendo sobreexplotadas o se encuentran al límite de su capacidad, sobre todo en el conjunto de países emergentes. Hasta 18 ríos que dan acceso a agua potable a un PIB equivalente de 27 mil millones de dólares están bajo a una situación de estrés hídrico severo.
Las proyecciones con respecto al incremento en la demanda de agua dulce son notables y llegan de diversos frentes. El incremento de la población es el más notable: más población exige más agua para beber pero sobre todo más agua para producir los alimentos necesarios para satisfacer las demandas de un planeta cada vez más poblado y más próspero. Por otro lado, la rápida urbanización en muchos países incrementa la demanda de soluciones de agua corriente, sistemas de gestión de residuos, limpieza y el incremento en la demanda derivado de mejores hábitos de higiene aparejados a la prosperidad creciente a nivel global. En la actualidad, 3,9 mil millones de personas viven en ciudades, un número que se espera incremente hasta los 5 mil millones en 2030.
Un uso eficiente del agua en toda la cadena de valor, desde su canalización/distribución hasta servicios relacionados con el control del flujo o la calidad será también un aspecto más demandados en todos los países. La demanda de agua en todas las fases de su ciclo será una tendencia clara y sólida para las próximas décadas.
Invertir en agua es una de las tendencias más seguras y a la vez más rentable. Mercados aguas arriba de la cadena de valor de la tecnología del agua como UV o Desintoxicación de Ozono están experimentando tasas de crecimiento de doble dígito. El conjunto de organismos internacionales estiman que la demanda total de agua se doblará de aquí a 2050, una demanda impulsada al alza sobre todo por una mayor demanda en agricultura y para uso domestico derivado del impulso de la urbanización.
Ahora bien, ¿cuál es la mejor manera de invertir en agua? La respuesta es (sobre todo) en agricultura. El 70% del consumo mundial del agua es para uso agrícola y éste solo puede crecer en términos absolutos en el futuro. El agua es el combustible del sector agrícola: sin agua no hay agricultura posible y ésta es más productiva cuanto mayor y más eficiente es el acceso a fuentes de agua fresca. No hace mucho, estudiosos en California calculaban cómo para cultivar una sola almendra se necesita cerca de 3,5 litros de agua.
Para cubrir la creciente demanda de alimentos, impulsada por una demografía y prosperidad crecientes a nivel mundial, se estima que el conjunto del sector agrícola tendrá que ser capaz de incrementar la producción en un 70% de aquí a 2050. Un reto mayúsculo en donde el agua a través de más intensivas y más eficientes técnicas de riego jugará un papel determinante. De las 14 millones de kilómetros cuadrados de tierra agrícola, tan solo un 0,83 % (según la últimas estimaciones del Banco Mundial), es superficie con alguna tecnología de riego.
El sector agrícola, el primero y más importante para la vida humana, esta explorando nuevas vías para hacer crecer su productividad, como mejoras derivadas de una mejor comprensión de la química, la biología y desde algún tiempo también la genética. Con todo, las mejoras que puedan venir de más y mejor riego, lo que implica también sistemas que hagan un uso más preciso y eficiente del agua disponible, son una pieza clave e ineludible para que el sector agrícola siga obrando el milagro de alimentar cada vez más y mejor a un número creciente de personas.
No puedo cerrar esta reflexión somera sobre la importancia del agua sin mencionar su heterogenia distribución en el planeta – como sucede también con la superficie disponible para la agricultura: hay países con una elevada dotación relativa de tierra agrícola/agua per cápita, y tienen un excedente por cuenta corriente en el apartado alimentario, y países en donde ocurre lo contrario.
En suma, en la geopolítica de la agricultura/agua sucede justo lo contrario que con la economía: China y Oriente Medio, ambos países exportadores netos (de manufacturas e hidrocarburos, respectivamente) con respecto a Europa y Estados Unidos, en el capítulo agrícola –que recordemos, es básicamente exportar agua– son importadores netos con respecto a las dos grandes áreas de Occidente. Este desigual reparto de los recursos da lugar al concepto de «seguridad alimentaria» (es más crítico quedarse sin leche que sin gasolina) y resulta una variable clave, por ejemplo, para entender la política de inversión de los fondos soberanos de estos países que dependen de las importaciones para alimentar a su población. Vuelvo a las oportunas palabras de Kennedy: “Quien solucione el problema del agua será merecedor de dos premios Nobel: de economía y de la Paz.”