Tras hallarse contaminación por microplásticos en el agua corriente de países de todo el mundo, los científicos piden una investigación urgente que determine sus consecuencias para la salud.
Llevada a cabo por la organización Orb Media, que compartió los resultados con el periódico the Guardian, la investigación partió de muestras de agua corriente tomadas en más de una decena de países para su análisis científico. En el 83% había contaminación por fibras de plástico.
EEUU lideraba el índice de contaminación con un 94% de muestras contaminadas: las fibras de plástico aparecieron en el agua corriente del Capitolio, de la oficina central de la Agencia de Protección Ambiental de EEUU y de la Torre Trump en Nueva York. Después de Estados Unidos, Líbano y la India tenían los índices más altos.
Los países europeos, entre ellos el Reino Unido, Alemania y Francia, tenían los índices de contaminación más bajos: aún así, llegaban al 72%. El valor promedio de fibras en cada muestra de 500 ml de agua corriente fue de 4,8 en EEUU a 1,9 en Europa.
Los nuevos análisis ponen de relieve el alcance omnipresente de la contaminación por microplásticos en el medioambiente. Estudios anteriores se han centrado principalmente en la contaminación de los plásticos en los océanos, por el que se presume que la gente ingiere microplásticos a través de los mariscos contaminados.
«Gracias a las observaciones que hemos hecho sobre la vida silvestre y sobre el impacto que el plástico produce allí, tenemos suficientes datos como para estar preocupados», afirma la doctora Sherri Mason, experta en microplásticos de la Universidad Estatal de Nueva York en Fredonia. «Si tiene un impacto en la vida silvestre, ¿cómo es que pensamos que no nos va a afectar a nosotros?», añade Mason, a cargo de supervisar los análisis de Orb Media.
Otro pequeño estudio, llevado a cabo en Irlanda y publicado en junio, también reveló contaminación por microplásticos en un puñado de muestras de agua del grifo y pozos de agua. «No sabemos cuál es el impacto en la salud y, por ese motivo, deberíamos seguir el principio de precaución y poner toda nuestra energía en esto ahora, inmediatamente, para que podamos saber cuáles son los verdaderos riesgos», dijo la doctora Anne Marie Mahon, del Instituto de Tecnología Galway-Mayo, a cargo de esa investigación.
Pueden penetrar en las células
Según Mahon, hay dos grandes motivos de preocupación: las diminutas partículas de plástico y los químicos o patógenos que los microplásticos pueden albergar. «Si hay fibras, es posible que también haya nanopartículas que no podemos medir», dijo. «Una vez que una fibra alcanza la escala del nanómetro, realmente puede penetrar una célula y eso quiere decir que puede penetrar órganos, y eso sería preocupante». Los análisis de Orb encontraron partículas de un tamaño de más de 2,5 micrones, lo que equivale a un tamaño 2.500 veces mayor a un nanómetro.
De acuerdo con Mahon, los microplásticos pueden atraer a las bacterias en las aguas residuales: «Algunos estudios han demostrado que hay más patógenos dañinos en los microplásticos que salen de las instalaciones que depuran aguas residuales».
También se sabe que los microplásticos contienen y absorben químicos tóxicos. Investigaciones hechas con animales silvestres demuestran que estos químicos se liberan en el cuerpo. El profesor Richard Thompson, de la Universidad de Plymouth (Reino Unido), le dijo a Orb: «Se hizo evidente de inmediato que el plástico liberaría esos químicos y que, en realidad, el entorno en los intestinos facilitaría esa rápida liberación». Su investigación ha demostrado que los microplásticos se encuentran en una tercera parte de la producción pesquera del Reino Unido.
La escala de la contaminación global por microplásticos empieza a ser evidente, con varios estudios realizados en Alemania, donde se encontraron fibras y fragmentos en las 24 marcas de cerveza que se analizaron, así como en la miel y en el azúcar. En París, algunos investigadores descubrieron en el año 2015 microplásticos cayendo del aire. Según estimaron, cada año se depositaban entre tres y diez toneladas de fibras sobre la ciudad. También estaba en el aire dentro de los hogares.
Esta investigación llevó a Frank Kelly, profesor de salud ambiental en el King’s College de Londres, a decir durante una consulta del parlamento británico en 2016: «Si respiramos las partículas, es posible que estas puedan dejar químicos en las partes bajas de nuestros pulmones y tal vez hasta en nuestro sistema circulatorio». Tras ver los datos de Orb, Kelly dijo a the Guardian que una investigación urgente era necesaria para determinar si la ingesta de partículas de plástico representa un riesgo para la salud.
Microesferas de plástico
La nueva investigación de Orb analizó 159 muestras y aplicó una técnica estándar para eliminar la contaminación de otras fuentes. Se llevó a cabo en la escuela de Salud Pública de la Universidad de Minnesota y las muestras llegaron de todas partes del mundo, incluyendo países como Uganda, Ecuador e Indonesia.
Todavía sigue siendo un misterio cómo llegan los microplásticos al agua potable, pero la atmósfera es uno de los orígenes más evidentes, por las fibras que se desprenden todos los días del uso y desgaste de telas y moquetas. Las secadoras de ropa son otro posible origen. Prácticamente en el 80% de los hogares de EEUU hay secadoras y, por lo general, su sistema de ventilación es al aire libre.
«Realmente creemos que los lagos [y otras masas de agua] pueden ser contaminados por una acumulación de factores atmosféricos», explica Johnny Gasperi, de la Universidad Paris-Est Créteil, responsable de los estudios sobre el agua de París. «Lo que observamos en París tiende a demostrar que una gran cantidad de fibras se encuentran en las emisiones atmosféricas».
Las fibras de plástico también pueden ser arrastradas hasta las corrientes de agua. Un estudio reciente reveló que cada ciclo de las lavadoras podía liberar hasta700.000 fibras en el medioambiente. Las lluvias también podrían arrastrar los microplásticos que causan contaminación, lo que explicaría por qué los pozos de agua de los hogares de Indonesia estaban contaminados.
En Beirut, capital del Líbano, el suministro de agua proviene de manantiales naturales, pero en un 94% de las muestras había contaminación. «Esta investigación solo abarca un aspecto superficial, pero parece ser algo más grave», dijo Hussam Hawwa, de la consultora ambiental Difaf, a cargo de recolectar las muestras para Orb.
Nada filtra al 100%
Según Mahon, los sistemas actuales de tratamiento de aguas estandarizados no filtran todos los microplásticos: «Realmente no hay ningún lugar del que se pueda decir que filtre el 100%. En lo que respecta a las fibras, el diámetro es de 10 micrones de ancho, y sería muy raro encontrar ese nivel de filtrado en nuestros sistemas de agua corriente».
El agua embotellada podría no ser una alternativa al agua corriente. De acuerdo con los estudios de Orb, también estaban contaminadas algunas de las muestras de las marcas comerciales de agua embotellada analizadas en EEUU.
Cada año, se producen cerca de 300 millones de toneladas de plástico y, como solo se recicla o se incinera un 20% de esa cantidad, gran parte termina ensuciando el aire, la tierra y el mar. Según un informe publicado en julio, desde 1950 se produjeron 8.300 millones de toneladas de plástico. Los investigadores advierten de que los residuos plásticos se han vuelto omnipresentes en el medioambiente.
«Estamos ahogando cada vez más a los ecosistemas con el plástico y me preocupa mucho que pueda haber todo tipo de consecuencias indeseadas y adversas de las que nos enteraremos demasiado tarde», dijo el profesor que encabezó el estudio, Roland Geyer, de la Universidad de California y Santa Barbara.
Según Mahon, los nuevos análisis del agua corriente representan un alerta, pero se necesita más trabajo para repetir los resultados, encontrar las fuentes de contaminación y evaluar su posible impacto sobre la salud.
Los plásticos son muy útiles, asegura Mahon, pero el manejo de los residuos debe mejorar radicalmente: «En nuestra vida cotidiana necesitamos el plástico, pero somos nosotros los que provocamos un daño al desecharlos de una manera muy poco cuidadosa».